
Miguel Albero, en 2011. | Carlos Dï¿œaz
Prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor. Palabras de Samuel Beckett, que en el deporte de dar ᅵnimos no tenᅵa igual. Fracaso es palabra curiosa que en italiano significa estrellarse, aunque comenzara queriendo decir "romper algo en pedazos". En latᅵn quassare era sacudir y quatere golpear. Segᅵn el diccionario de Pianigiani, el "fra" indicarᅵaᅵ "en medio de", o sea "fracasare" serᅵa quedar en medio de la sacudida. Un muy buen chiste latinoamericano pretende que la palabra se saltara las corrupciones del latᅵn y proceda directamente de algo que le dijo un polᅵtico a su presidente -que habᅵa estrenado un gran frac para una cumbre-. Queriendo avisarle de que los acuerdos econᅵmicos que habᅵa firmado eran una ruina, el polᅵtico le dijo al mandatario: Quᅵ fracaso. El presidente entendiᅵ: quᅵ pedazo de frac. Y ya.
He ahᅵ una buena prueba de que se sabe fracasar: pervertir el fracaso hasta en la etimologᅵa, no es que uno se haya estrellado o haya quedado hecho pedazos, es que se ha vestido quizᅵ exageradamente para la ocasiᅵn. Ya que se ha de fracasar sᅵ o sᅵ, no porque el ᅵxito sea una vulgaridad -quᅵ va- sino sencillamente porque no estᅵ escrito que lo alcancemos, por lo menos no nos cansemos de fracasar, que a fuerza de fracasos hay quien ha llegado a ser sabio, y hay hasta un personaje por ahᅵ que intentᅵ tantas veces asaltar un record Guinnes que al final la casa Guinnes le dio el record de "persona que mᅵs veces ha intentado batir un record Guinnes". A fuerza de fracasos, el ᅵxito.
Miguel Albero, autor de novelas como Principiantes, Ya queda menos, y Lenta venganza, llenas por cierto de ilustres fracasos de la condiciï¿œn humana, y de un ensayo sobre bibliopatï¿œas titulado Enfermos del libro (acaba de aparecer la segunda ediciï¿œn, Universidad de Sevilla), publica ahora un gozoso, erudito y muy ï¿œtil volumen -en Abada-. Se titula Instrucciones para fracasar mejor.
Si el Albero novelista llena sus narraciones de digresiones que darᅵan para ensayos independientes, el Albero ensayista recurre a sus dotes de narrador para alumbrar sus ensayos no sᅵlo con el farol de la erudiciᅵn y la linterna de la teorᅵa, sino tambiᅵn con la luz del cuento. Se le da bien ilustrar cada uno de los puntos con que va erigiendo su ensayo -abierto con la promesa de que las instrucciones que ayuden a fracasar mejor caerᅵn antes o despuᅵs- echando mano de sus dotes de narrador y de excelente lector: digamos pues que es un ensayo en el que la erudiciᅵn estᅵ tan perfectamente orquestada como el organigrama de la Coca Cola -por utilizar un caso evidente de ᅵxito. Albero persigue el fracaso -el significado del fracaso, la relevancia del fracaso, la apariciᅵn del fracaso- en disciplinas tan prestigiosas y desprestigiadas como la Filosofᅵa y la literatura -disciplinas en las que a tenor del listado de fracasos que cualquiera puedeᅵ tener en mente, fracasar es relativamente sencillo- y acude luego a una necesaria Tipologᅵa del fracaso que le lleva de cabeza a actualizar a su personaje protagonista, pues el fracaso acaba siendo el criminal de este ensayo de serie negra, perseguido por un detective incansable al que, ademᅵs, nunca se le apaga el buen humor.
Que ese buen humor presente en el libro de Albero no lleve a engaï¿œo a nadie: no porque uno pueda sonreï¿œrse y hasta carcajearse en mï¿œs de una pï¿œgina, es un libro frï¿œvolo, ni mucho menos. Sus estudios del fracaso en la obra y la vida de Scott Fitzgerald o el excelente anï¿œlisis del fracaso en Cioran bastan para demostrar que hay una autï¿œntica carga de profundidad en la levedad educada con la que estas Instrucciones se nos presentan. Puede que algï¿œn librero se equivoque y lo coloque en las estanterï¿œas de autoayuda, pero peor le irï¿œa si alguien lo colocara en las estanterï¿œas de libros de religiï¿œn: eso significarï¿œa que ha tenido tal ï¿œxito, que le ha nacido una cofradï¿œa de ciudadanos dispuestos a demostrar que nadie va a ganarles en el arte de mejorar sus fracasos.
Avisa el autor enseguida que es conveniente que los lectores apresurados no se salten los pasos previos que ha ideado para llegar a las Instrucciones con las que el libro culmina. Y cuᅵnta razᅵn lleva. Antes de llegar a esas Instrucciones, que ciertamente enseᅵarᅵn a los curiosos cᅵmo desempeᅵarse en la vida cotidiana y en las grandes ocasiones para fracasar con seguridad y certeza, pero tambiᅵn con un estoicismo admirable, podremos hacer cala en aquel viejo libro de Cansinos Assens -El divino fracaso- que ya tasaba el destino de cualquier ambiciᅵn poᅵtica, nos podemos dar una vuelta por el existencialismo y el psicoanᅵlisis, no se omiten estudios del significado del fracaso en grandes ᅵxitos como Los detectives salvajes o Cien aᅵos de soledad, se abunda en el fracaso como legᅵtima opciᅵn personal desafiante (caso Rimbaud o, yo creo que en bastante menor medida, Panero) y haremos cumbre tocando el presente, donde los fracasos no es que seᅵ multipliquen alegremente, pero sᅵ se vuelven mucho mᅵs visibles por estar todos montados como estamos en una narraciᅵn continua y vertiginosa que tiene, al menos, de bueno, que cualquier fracaso puede estar seguro de que se le olvidarᅵ pronto dada la urgencia con la que llaman a la puerta del presente otros fracasos. El fracaso es hasta tema, segᅵn nos enteramos en un capᅵtulo de este libro, de todo un museo dedicado a ᅵl: el MOBA, o sea, el Museum of Bad Art.
Luego vienen, en efecto, las Instrucciones. Comprenderᅵn que ni me pare a considerarlas para no estropearle al curioso lector los beneficios que le reportarᅵ descubrirlas por sᅵ solo. No sᅵ si el libro de Miguel Albero serᅵ un fracaso en tᅵrminos comerciales. Literariamente, es una gozada. Se ha aplicado bien aquel viejo adagio que pedᅵa a los pedagogos "instruir deleitando".